De los Documentos: Mujeres que practicaban la Ciencia Cristiana en el oeste estadounidense
Retrato de Minnie B. Hall De Soto, cortesía del Longyear Museum. Retrato de Sue Ella Bradshaw, PA00007.17. Fotos de Denver, Colorado, y San José, California, s.f. Cortesía de la Biblioteca del Congreso, División de Grabados y Fotografías. LC-D431-6159 y LC-DIG-ppmsca-09847.
El año pasado, los Documentos de Mary Baker Eddy publicaron “Open a public institute at once” [Abre un instituto público de inmediato], un artículo sobre algunos de los alumnos de Mary Baker Eddy que, a instancias de ella, abrieron institutos para enseñar la Ciencia Cristiana en todos los Estados Unidos. En ciudades como Nueva York, Chicago y Syracuse, Nueva York, mujeres como Laura Lathrop, Ellen Cross, Mary M. W. Adams y Elizabeth Webster establecieron escuelas para ayudar a garantizar que la enseñanza de la Ciencia Cristiana estuviera disponible y fuera confiable.
Más al oeste, Sue Ella Bradshaw y Minnie B. Hall De Soto fundaron institutos en California y Colorado. A medida que mujeres como estas buscaban cumplir con las instrucciones de Mary Baker Eddy en el terreno accidentado del oeste estadounidense, se enfrentaron a una serie única de desafíos particulares por su género y por la vida en la frontera. A pesar de estas dificultades, o tal vez debido a ellas, tanto De Soto como Bradshaw llevaron las enseñanzas de Mary Baker Eddy al oeste. Sus cartas nos dan una idea de cómo era la vida en el oeste y revelan la promesa que vieron allí para establecer la Ciencia Cristiana.
De Soto escribió a Mary Baker Eddy en febrero de 1886: “Esperamos que esta sea la Religión del Oeste, y Denver ciertamente está cautivada”.1 Ella también viajó por Colorado y California en esa época, enseñando y sanando. En agosto de 1886 le escribió a Mary Baker Eddy lo siguiente:
Acabo de dar mi última lección de C.C. a mi clase de Oakland, y me siento muy feliz por su comprensión. realmente desde el punto de vista material podrían haber sido estudiantes muy duros, pero me desenvolví muy bien – Son personas – muy cultas, y me han hecho más preguntas de las que se les ocurriría hacerle a un Profesor Universitario, pero realmente me parecieron maravillosas las respuestas que pude dar…2
Tres meses después escribió otra carta. “Ahora tengo una clase encantadora de 16 personas —todos esposos y esposas— en Greeley, Colorado”, informó. “Casi todas sanadas por mamá. Greeley es una ciudad que se incorporó a la prohibición del consumo de alcohol y parecen ser gente de lo más acérrima —en pocas palabras— hay apenas un espiritista en la ciudad…”.3
Las cartas de De Soto reflejan sus impresiones sobre las personas más aptas para recibir las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. También muestran su creciente confianza en compartirlas.
Por su parte, Bradshaw le escribió a Mary Baker Eddy en el verano de 1886, en respuesta al requerimiento de más institutos de la Ciencia Cristiana:
Compré una propiedad en San José el año pasado para los propósitos de la C.C. y si se pudiera establecer una escuela independientemente de los alumnos ya se hubiera logrado Cuando se sepa que yo voy a enseñar creo que la dificultad desaparecerá. Me he mantenido muy callada hasta hoy. pero debería poder hablar ahora… Deseaba quedarme en San José si todavía quieren escucharme, porque siento que es la ciudad principal, la ciudad de la profecía y la promesa, llamada la Atenas de California y la Ciudad Jardín, y muchos piensan que este pequeño valle es un paraíso terrenal…4
¿Cómo fueron moldeados sus puntos de vista sobre la Ciencia Cristiana, la sociedad del oeste, y su función en ella, por las circunstancias de su época? Todavía persisten los debates respecto hasta qué punto la vida en el sendero, y durante los primeros años en la frontera, alteró las funciones de las mujeres y su lugar dentro de la sociedad. Sin embargo, un examen del trabajo realizado por las mujeres Científicas Cristianas ayuda a demostrar la ampliación de las funciones de género en el oeste estadounidense de finales del siglo XIX.
En respuesta a la tesis sobre la frontera del historiador Frederick Jackson Turner, que argumentaba que el asentamiento de la escarpada frontera de los Estados Unidos era esencial para el desarrollo de una forma única de democracia en los Estados Unidos, los historiadores que estudian a las mujeres en el Oeste consideran que la región está especialmente preparada para instituciones democráticas más simples. Hicieron hincapié en que la frontera es un espacio de mayor libertad política y económica para las mujeres, donde podían operar, al menos parcialmente, libres de las ideologías de género victorianas. Otros llegaron a la conclusión de que había menos oportunidades para las mujeres en la frontera, señalando en cambio un reaccionario retorno a lo conocido. Estos eruditos creían que, en ausencia de una estructura y de lo conocido, las mujeres de hecho se aferraron más a la noción victoriana de la «verdadera feminidad», con el fin de preservar su influencia moral.5
Juntas, las experiencias de Bradshaw y De Soto hablan del impacto duradero del poder de la frontera en la transformación de las divisiones de género del trabajo. Ambas mujeres trabajaron para establecer institutos de la Ciencia Cristiana en el oeste de los Estados Unidos, asumiendo funciones de liderazgo en comunidades y organizaciones religiosas, y abrazando la libertad y la influencia recién descubiertas como mujeres. El trabajo de fundar y supervisar un instituto implicaba numerosas actividades, como la administración de propiedades, escribir, hacer publicidad, enseñar y sanar. Esto demuestra hasta qué punto las mujeres de la Ciencia Cristiana se esforzaron por expandir sus enseñanzas mientras aprovechaban las nuevas oportunidades disponibles para su género.
Por ser una mujer que vivía en San José, California, en 1880, Bradshaw ya era minoría. Había 10 hombres por cada 6 mujeres en el estado. La ciudad aún conservaba muchos vestigios de la época de la fiebre del oro, ya que pasó de ser un puesto comercial para los mineros a un centro agrícola del Valle de Santa Clara. Bradshaw llegó a San José después del matrimonio de su madre en 1871. Después de pasar un tiempo en Filadelfia, Chicago y Boston, donde estudió en el Colegio de Metafísica de Massachusetts, regresó para enseñar Ciencia Cristiana. En respuesta a Mary Baker Eddy, quien la había alentado para que estableciera un instituto en California, escribió en 1886, informando que ya había comprado una propiedad en San José el año anterior con esta intención.6 La propiedad de Bradshaw en el número 189 de South Second Street pronto se convirtió en la sede del Instituto de Metafísica de California, incorporado en 1886. Se anunciaba en The Christian Science Journal, indicando que recibía pacientes y ofrecía una “oportunidad en la costa del Pacífico para un curso de instrucción en la práctica de la curación por medio de la Mente de la Ciencia Cristiana”. Ella continuó enseñando y sanando en los años venideros.
En Colorado, De Soto (entonces Minnie B. Hall) enfrentó circunstancias similares. Al igual que en California, el descubrimiento de oro en Cripple Creek había traído consigo una afluencia de hombres que se establecieron en la región. La conexión con el ferrocarril transcontinental permitió que la ciudad floreciera y creciera como centro de ganadería y minería. Estas industrias dominadas por hombres convirtieron a De Soto en una minoría, al igual que a Bradshaw. Aunque como colona de segunda generación, nacida de padres fuertes y emprendedores, es probable que se sintiera más cómoda y familiarizada con la frontera y los desafíos que presentaba que Bradshaw. Su madre, Mary Melissa Hall, se había mudado al Oeste con su primer marido, Nathan Nye, uniéndose a la fiebre del oro. Pero Nye demostró ser un alcohólico abusivo y abandonó a su esposa en un campamento minero. Durante el tiempo que vivió sola entre buscadores de oro, en su mayoría hombres, en un valle montañoso de Colorado, cuidó a dos hombres de mala salud que habían estado fuera del campamento por semanas. Uno de ellos, Charles Hall, más adelante se convirtió en su segundo esposo y ganó una fortuna a través del desarrollo de una mina de sal. Tiempo más tarde, Minnie Hall desarrolló una lesión en el pie que puso en peligro su vida y viajó al Este para recibir tratamiento. Ella se sanó en Chicago mediante la Ciencia Cristiana. Después de regresar a su hogar en Denver con sus hijas, la noticia de su curación ayudó a que el reconocimiento de la Ciencia Cristiana se extendiera por toda la ciudad.7
A través de las experiencias y el ejemplo de su madre, De Soto probablemente estaba más dispuesta a desafiar las normas de género de la generación anterior. Una carta de febrero de 1886 a Mary Baker Eddy indica que ella reconocía la necesidad de la enseñanza de la Ciencia Cristiana en Denver:
Me parece que Denver necesita un maestro de su Colegio. muchos que apenas saben algo de esta obra están tratando de enseñar aquí. ¿Nos permitiría tomar los diferentes cursos con usted sucesivamente[.] es un viaje largo y me gustaría quedarme en el Colegio hasta que hayamos terminado…8
De Soto había tenido éxito en la enseñanza hasta ese momento. “Nuestra casa está llena de gente desde temprano hasta tarde”, informó. “Tenemos más de 60 pacientes regulares además de nuestros pacientes ausentes, pero creo que está mal que enseñen aquellos que no se han demostrado a sí mismos que Todo está en la Ciencia Cristiana”.9
En septiembre de ese año, Mary Baker Eddy le escribió, animándola a abrir un Instituto de la Ciencia Cristiana en Denver. Aunque De Soto había expresado interés en hacer esto, inicialmente había pasado tiempo viajando por todo el Oeste y dando clases en varios lugares. Como parecía que De Soto se había olvidado de abrir un instituto específicamente en Denver, Mary Baker Eddy le escribió por segunda vez en septiembre de 1886, suplicándole: “Mi querida niña, ¿cuándo seguirás mi consejo y abrirás un Instituto tú misma?”.10 Continuó diciendo: “El mesmerismo es más listo que tú Mientras te burlas del trabajo de los proscritos en esta Ciencia olvidas que te están eludiendo al declarar primero sus espurias pretensiones”. Y le recordó a De Soto: “Ahora si hubieras comenzado cuando te dije ellos se habrían puesto a la defensiva y no tú. Pero tu retraso lo ha revertido y les ha dado la ventaja”.11
En realidad, De Soto sí había abierto un instituto en Denver. Una nota escrita de su puño y letra en esa carta de septiembre de Mary Baker Eddy indica que ya había recibido autorización legal para su instituto el 23 de agosto de 1886, y que había enseñado la primera clase antes de eso, el 8 de junio.12 Al igual que el de Bradshaw, el instituto de De Soto ayudó a difundir la Ciencia Cristiana en el oeste estadounidense y a garantizar que la instrucción se alineara con los escritos y enseñanzas de Mary Baker Eddy.
Como mujeres que trabajaban en funciones de liderazgo en la frontera del oeste de los Estados Unidos, tanto De Soto como Bradshaw enfrentaron desafíos únicos. Las poblaciones predominantemente masculinas de Denver y San José hicieron que su trabajo como mujeres fuera más inusual. Pero al mismo tiempo, la redefinición de las funciones de género durante la migración hacia el oeste y en los primeros años en la frontera parecen haber tenido un impacto duradero en su capacidad para lograr tener influencia en un mundo dominado por los hombres.
Este artículo también se puede leer en este sitio web en alemán, francés, inglés y portugués.
- Minnie B. Hall De Soto a Mary Baker Eddy, 11 de febrero de 1886. https://mbepapers.org/?load=223A.37.005.
- De Soto a Eddy, 13 de agosto de 1886, 223A.37.012. https://mbepapers.org/?load=223A.37.012.
- De Soto a Eddy, 28 de noviembre de 1886. 223a.37.014, https://mbepapers.org/?load=223A.37.014.
- Sue Ella Bradshaw a Mary Baker Eddy, 15 de junio de 1886, 183.31.009. https://mbepapers.org/?load=183.31.009.
- La «verdadera feminidad» era un ideal de la mujer del siglo XIX propugnado en las revistas de mujeres contemporáneas y en la literatura religiosa de la época. Una “mujer verdadera” era conocida por su piedad, pureza, sumisión y domesticidad. Estos valores se pusieron en tela de juicio cuando las presiones de los Estados Unidos del siglo XIX —incluidos los movimientos por la reforma social, la migración hacia el oeste, la actividad misionera, las organizaciones utópicas, el industrialismo y la Guerra Civil— los desafiaron al exigir respuestas diferentes de las mujeres. Véase Barbara Welter, “The Cult of True Womanhood: 1820–1860” [El culto a la verdadera feminidad: 1820-1860], American Quarterly, Vol. 18, n.o 2, Parte 1 (verano de 1966), 152, 174; Earl Pomeroy, “Toward a Reorientation of Western History: Continuity and Environment” [Hacia la reorientación de la historia del Oeste: Continuidad y medio ambiente], Mississippi Valley Historical Review 41 (marzo de 1955), 579-600; Julie Roy Jeffrey, Frontier Women: The Trans-Mississippi West, 1840–1880 [Mujeres fronterizas: El Oeste más allá del Mississippi, 1840-1880] (New York: Hill & Wang, 1979); Katherine Harris, “Sex Roles and Work Patterns among Homesteading Families in Northeastern Colorado, 1873–1920” [Roles sexuales y patrones de trabajo entre las familias que se dedicaron a la agricultura en el noreste de Colorado, 1873-1920], Frontiers 7, n.o 3 (1984), 43-49.
- Bradshaw a Eddy, 15 de junio de 1886. 183.31.009.
- Véase Webster Lithgow, “A Westward Wind Part 2: Colorado” [Un viento en dirección oeste, Parte 2: Colorado], https://www.longyear.org/learn/research-archive/a-westward-wind-part-2-colorado.
- De Soto a Eddy, febrero de 1886, 223A.37.003. https://mbepapers.org/?load=223A.37.003.
- Ibid.
- Mary Baker Eddy a De Soto, 5 de septiembre de 1886, L05496, https://mbepapers.org/?load=L05496.
- Ibid.
- Ibid.