¿Cómo reaccionaron los Científicos Cristianos a la gripe española de 1918–1919?
La pandemia de gripe española de 1918-1919 cobró la vida de 50 millones de personas en todo el mundo, incluidos más de 675.000 estadounidenses. Puso a prueba la capacidad de los gobiernos, profesionales médicos, iglesias y de las instituciones sociales para responder a una crisis generalizada. También desafió a un mundo que emergía de los estragos de la Primera Guerra Mundial; el personal militar fue la primera víctima de la enfermedad.1
Los Científicos Cristianos no fueron indiferentes. ¿Cómo reaccionaron ante esta situación compleja de cuya causa y alcance informó y debatió la prensa? ¿Cómo contribuyó su práctica de la curación espiritual a aliviar la crisis? Se destacan varios aspectos de su respuesta.
The Christian Sciece Monitor cubrió la pandemia de cerca y dio su opinión sobre ella. En 1919 el periódico hizo la siguiente observación:
Si… se pudiera inducir a la prensa a anunciar el coraje en lugar de difundir el miedo, se manifestaría una enorme mejora rápidamente. El efecto del mero acorralamiento del miedo sería inestimable. El mejor servicio que cualquier artículo, cualquier médico, cualquier ser humano puede realizar para la raza humana es enseñarle a pensar correctamente.2
Las publicaciones periódicas religiosas de la Ciencia Cristiana también compartieron informes que señalaban los efectos nocivos del miedo colectivo, las pruebas médicas que cuestionaban las conjeturas populares y los actos de generosidad y coraje. Por ejemplo, el 12 de abril de 1919, el Christian Science Sentinel reeditó esto del Oakland Enquirer de California:
Los experimentos que los médicos de la Armada realizaron en Goat Island (California) con el fin de aprender algo sobre el germen de la gripe, conllevan una lección que cada persona debe estudiar y comprender. Cincuenta jóvenes marineros se ofrecieron como voluntarios para convertirse en víctimas de la gripe, para que los médicos pudieran estudiar la enfermedad con más precisión. Estos jóvenes no temían a la enfermedad: ellos se ofrecieron voluntariamente. Los colocaron junto a pacientes con gripe, les dieron frascos de gérmenes de gripe que respiraron en sus pulmones, les inyectaron gérmenes de gripe en sus cuerpos…
Pero ¡no se desarrolló ningún caso entre estos cincuenta marineros! Estos hombres habían sido inoculados, habían estado expuestos a la enfermedad de todas las maneras, habían inhalado los gérmenes y comido y dormido con víctimas de la gripe, ¡y ninguno de ellos se contagió! Los médicos confesaron estar desconcertados. Todas sus opiniones sobre la enfermedad se pusieron patas arriba… Los médicos siguen asombrados. Sin embargo, la explicación es muy simple, ya que fue probada por cada uno de estos cincuenta jóvenes.
Estos cincuenta jóvenes se ofrecieron voluntariamente para que experimentaran con ellos. Esto demostró con claridad que no le temían a la enfermedad…3
El Journal of the American Medical Association [Revista de la Asociación Médica Estadounidense] ofreció una honesta observación en referencia al experimento de Goat Island:
El Dr. McCoy, quien junto al Dr. Richey realizó una serie de experimentos similares en Goat Island, San Francisco, utilizó voluntarios que, hasta donde se sabe, no habían estado expuestos al brote, obteniendo también resultados negativos, es decir, no pudieron reproducir la enfermedad. Quizá haya una o varias causas de transmisión de la gripe que no conocemos.4
Durante la pandemia, líderes protestantes, católicos y judíos debatieron las órdenes gubernamentales que cerraban lugares de culto. Algunos creían que su ministerio era más necesario que nunca y que sus puertas debían permanecer abiertas.5 En este debate participaron Científicos Cristianos; al menos una iglesia filial intentó impugnar una orden de cierre, pero su demanda fue rechazada.6 Pero un médico en Des Moines, Iowa, comentó: “En mi trabajo en las comunidades contagiadas, siempre he encontrado que los Científicos (Cristianos) son los primeros en responder a la más mínima sugestión de condiciones insalubres y los primeros en cumplir con las medidas fundamentales de salud”.7
Los datos de las reacciones de los Científicos Cristianos a la epidemia provienen principalmente de dos fuentes: el libro Christian Science Wartime Activities [Actividades en tiempo de guerra de la Ciencia Cristiana], publicado en 1922, y los informes de curación hechos públicos en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana.
Los Científicos Cristianos que trabajaron como voluntarios informaban con regularidad sobre sus actividades durante este periodo. Uno de ellos escribió:
Hubo muchos pedidos de ayuda para todo tipo de enfermedades: gripe española, disentería, embriaguez, sensualidad, tabaquismo, reumatismo, hombres que habían sido gaseados, aquellos que habían resultado heridos y estaban en el hospital, etc. En muchos casos, se dirigió a los hombres al uso de las Concordancias (a la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy). Un caso de gripe se curó de esta manera, y el joven me dijo después que durante muchos años había temido a la tuberculosis, y que lo había superado en aquel momento.8
Otro testimonio menciona:
…durante esas semanas de estrés y miedo, los Científicos Cristianos de todo el mundo estaban agradecidos por la comprensión de la bondad de Dios y por una calmada certeza de protección, y a través de este entendimiento pudieron ser de gran ayuda para aquellos que sufrían… [En algunas partes] les dijeron a nuestros trabajadores que todo el distrito estaba en cuarentena y que si entraban se verían obligados a permanecer en el campamento; ellos eligieron tomar ese rumbo, entraron y permanecieron dentro, brindando sanación y consuelo a muchos.9
También hubo informes de hombres alistados que eran Científicos Cristianos:
Una de las cosas por la que más agradecidos estamos es por el hecho de que nuestros muchachos fueran capaces de ayudar a otros durante la reciente epidemia. Uno de ellos estaba a cargo de otros treinta y seis. La primera noche visitó a cada paciente e intentó calmar sus miedos y tranquilizarlos. Pronto, los médicos comenzaron a recurrir a él y lo colocaron en una posición de considerable responsabilidad y utilidad. Otro muchacho leía el Salmo 91 a sus pacientes, y aunque era solo un principiante en la Ciencia, al usar lo que sabía de la verdad pudo superar una fiebre muy alta de uno de los jóvenes.
Del mismo modo, un soldado que escribe desde Inglaterra dice: “Me colocaron en una unidad hospitalaria y me enviaron al extranjero. Esto ocurrió mientras el miedo a la… gripe estaba candente… Recuerda que soy solo un principiante en la Ciencia, y por eso me aferré a la verdad lo mejor que pude durante esa época. No tomé ningún medicamento profiláctico ni medicina como lo hicieron mis colegas. No tenía miedo y sentí que era mi responsabilidad servir en vez de que me sirvieran”.10
Un oficial médico del hospital en Camp Beauregard, Louisiana, escribió a un voluntario Científico Cristiano:
Aprovecho para expresarle por medio de esta carta lo mejor que puedo mi agradecimiento por su ayuda y asistencia durante esta difícil situación en el campamento. Cuando me ofreció sus servicios al comienzo de esta situación crítica, necesitábamos ayuda en la que pudiéramos confiar. Nos sorprendió un poco su oferta, no por de quién provenía, sino porque no sabíamos si el punto de vista de su gente seguía la línea del trabajo humanitario que usted había hecho aquí. Con usted como jefe de pabellón sentí que todo estaba como debía estar en mi ausencia. Quiero decirle algo, una cosa que le agradezco: a pesar de que su posición como jefe de pabellón le habría resguardado contra cualquier tarea de enfermero del hospital, usted hizo todo lo que fue necesario hacer. Yo, su amigo, le agradezco de nuevo su trabajo fiel y valiente durante este momento crítico.11
Otra carta reconocía los esfuerzos de un grupo de Científicos Cristianos en Minnesota:
El cirujano desea darle las gracias al Sr. G. y a los miembros de la Christian Science Welfare League [Liga pro bienestar de la Ciencia Cristiana] [sic] por su gran amabilidad y consideración en el cuidado de los hombres enfermos en nuestro hospital durante la reciente epidemia. Estamos muy agradecidos por el cuidado y las molestias que se han tomado para proporcionar comodidad y bienestar a los pacientes. No sabe lo que ha significado para los pacientes un servicio tan útil y práctico como el suyo. Su cooperación magnífica y su servicio pronto y dispuesto durante la difícil emergencia han significado mucho más de lo que se puede expresar. Los oficiales médicos le están extremadamente agradecidos y aprecian mucho todo lo que ha hecho.12
Los Científicos Cristianos a nivel personal en todo el mundo enfrentaron sus propios desafíos durante la epidemia. Muchos testimonios publicados después de 1919 en el Sentinel y The Christian Science Journal y en las ediciones en francés y alemán de El Heraldo de la Ciencia Cristiana mencionaban las curaciones de gripe española.13 Por ejemplo, Marie Louise Field, de Ketchikan, Alaska, escribió lo siguiente:
Hace dos años, cuando estalló la gripe española en la costa del Pacífico, yo concurría a la universidad. En aquel momento sabía que un estudiante de Ciencia Cristiana no tenía nada que temer, así que después de haber declarado la verdad tal como la entendemos en la Ciencia Cristiana, descarté la idea de la gripe española y seguí mi trabajo universitario como de costumbre. Hacia el final de la primera semana, cuando el número de casos había aumentado considerablemente, se corrió el rumor de que sería necesario poner en cuarentena el recinto universitario. Había pasado todos los fines de semana fuera de la universidad y esperaba con ansias esas vacaciones semanales. Me molestaba la idea de estar en cuarentena allí y me expresé en contra de la injusticia y la estupidez de tal procedimiento.
Aquella tarde manifesté algunos de los síntomas que parecían ser de gripe; al llegar la noche los síntomas eran inconfundibles. Al principio me alarmé mucho porque había pensado que mi trabajo estaba completo. Me fui a mi habitación y decidí resolver el problema, aunque me llevara toda la noche. Abrí nuestro libro de texto, “Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras” de Mary Baker Eddy, y leí. Hasta que no se me reveló el verdadero significado de la palabra cuarentena no se logró la curación. Me di cuenta de que el hombre siempre estaba a solas con Dios y que lo único de lo que se lo podía tener a resguardo era del mal; que me había asociado solamente con el bien, en consecuencia, solo podía manifestar el bien, Dios. A las tres de la mañana el caso se resolvió. Me levanté a la hora habitual perfectamente bien y lista para asistir a mis clases. Cuando llegó el viernes, tenía libertad para salir del recinto universitario y no hubo cuarentena durante la epidemia.14
- “Pandemia de 1918 (virus H1N1)”, Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, https://www.cdc.gov/flu/pandemic-resources/1918-pandemic-h1n1.html consultada el 30/03/2020.
- “Architects of Disease” [Los artífices de la enfermedad], The Christian Science Monitor, 13 de agosto de 1919, 16.
- Christian Science Sentinel, 12 de abril de 1919, 637.
- Rosenau, Milton J., “Experiments to Detemine Mode of Spread of Influenza” [Experimentos para determinar el modo de propagación de la gripe], Journal of the American Medical Association, Vol. 73, Nº 5, 313. El artículo también menciona un experimento en el Hospital Naval de los Estados Unidos, Chelsea, Massachusetts, con resultados similares.
- “Signs of the Times” [Las señales de los tiempos], Sentinel, 30 de noviembre de 1918, 258.
- “Habeas Corpus Writ is Refused” [Recurso de hábeas corpus es rechazado], Monitor, 9 de noviembre de 1918, 9.
- “Campaign Against Fear Is Advocated” [Se aboga por la campaña contra el miedo], Monitor, 22 de octubre de 1918, 6.
- Christian Science Wartime Activities (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1922), 163.
- Christian Science Wartime Activities, 341.
- Christian Science Wartime Activities, 341-342.
- Christian Science Wartime Activities, 343.
- Christian Science Wartime Activities, 342-343.
- Visite la base de datos de jshonline.com para leer esos testimonios.
- The Christian Science Journal, Febrero de 1921, 633-634.