¿Qué dijo Mary Baker Eddy sobre informar de las enfermedades contagiosas y tratarlas?
El artículo de febrero de 2021 “La vacunación: ¿Qué dijo Mary Baker Eddy?” informó sobre las respuestas de Eddy a las demandas públicas de vacunación contra la viruela en 1900 y 1901. En 1902 se plantearon preguntas similares relacionadas con la Ciencia Cristiana, el informe y el tratamiento de las enfermedades contagiosas, y la cuarentena. Había una creciente inquietud pública de que los Científicos Cristianos podrían ignorar los requisitos sanitarios establecidos para proteger a la población, dada la percepción de que confiaban exclusivamente en la oración para la curación. Nos pareció interesante investigar el desarrollo del pensamiento de Mary Baker Eddy respecto a las consideraciones generales sobre la salud pública ese año. ¿Cómo respondió ella a estas consideraciones?
A pesar del método de curación basado en la oración que la religión presentaba, la práctica de la Ciencia Cristiana no estaba pensada como un medio para eludir requisitos legales. Archibald McLellan, por entonces redactor en jefe de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, escribió un editorial titulado “Rights and Duties” [Derechos y obligaciones], que Eddy revisó, para hacer frente a estas inquietudes. Mediante una carta McLellan agradeció las correcciones y mejoras que ella hizo al artículo, enfatizando que el público debe saber que “tanto usted como el Movimiento desaprueban cualquier intento de eludir nuestra obligación legal” y que “no podemos cuestionar con éxito la facultad constitucional del Estado de promulgar y hacer cumplir leyes que establecen la obligatoriedad de informar las enfermedades contagiosas e infecciosas; por lo tanto, nuestra posición se fortalece al obedecer directa y abiertamente las disposiciones al respecto”.1
El editorial de McLellan fue más allá de la obligación de cumplir con la ley; incluyó nuevas recomendaciones de Mary Baker Eddy para calmar la agitación pública en torno al tratamiento de las enfermedades contagiosas por medio de la Ciencia Cristiana. “Rights and Duties” se publicó en el número del 6 de noviembre de 1902 del Christian Science Sentinel e incluyó el siguiente texto: “La Sra. Eddy aconseja que ‘hasta que el pensamiento del público conozca mejor la Ciencia Cristiana, los Científicos Cristianos no deben aceptar tratar enfermedades infecciosas o contagiosas’”. En la portada de su ejemplar de ese Sentinel, Mary Baker Eddy escribió: “Mi recomendación respecto al contagio, etc.”.
Una semana más tarde Alfred Farlow, el gerente del Comité de Publicación —la oficina de asuntos públicos de la Iglesia de la Ciencia Cristiana— escribió a William D. McCrackan, a cargo del Comité del Estado de Nueva York, que “el mensaje [de Mary Baker Eddy] en el Sentinel ha creado una conmoción aquí”.2 Aproximadamente en esa misma fecha McLellan le escribió a Eddy: “Cuanto más brama la mente mortal por su declaración respecto a las enfermedades infecciosas y contagiosas, más me convenzo de que fue oportuna. Pienso que sus palabras despertarán a los Científicos Cristianos a la necesidad de anticiparse al mal y prevenirlo. Creo que he sido despertado”.3
La “conmoción” y los “bramidos” que produjeron las palabras de Mary Baker Eddy vinieron desde dentro y desde fuera del Movimiento de la Ciencia Cristiana. Algunos periódicos retrataron falsamente su recomendación como una admisión de que la Ciencia Cristiana no sanaba, lo cual llevó a Farlow a redactar varias respuestas, tal como la siguiente, que preparó para The Detroit News:
La reciente concesión de la Sra. Eddy respecto al tratamiento de las enfermedades contagiosas por parte de los Científicos Cristianos se basa en el hecho de que el pensamiento del público no sabe que los Científicos Cristianos han tratado con éxito ese tipo de casos… Los Científicos Cristianos no esperan perder nada debido a la tierna y cristiana empatía que su Guía ha manifestado respecto a las creencias de quienes no comprenden la Ciencia Cristiana.4
Mary Baker Eddy rápidamente abordó el problema del tratamiento de las enfermedades contagiosas mediante la Ciencia Cristiana en un artículo que tituló: “Wherefore?” [¿Por qué?]. Se publicó tanto en el Sentinel como en la revista mensual Christian Science Journal. Más tarde fue incluido en La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea. Ella aconsejó “…que, hasta que el pensamiento del público conozca mejor la Ciencia Cristiana, los Científicos Cristianos no acepten tratar enfermedades infecciosas o contagiosas”. Y continuó:
Los Científicos Cristianos deberían dejarse llevar por su propio juicio al aceptar un caso de enfermedad maligna. Deberían considerar bien su capacidad de hacer frente al problema, y no deberían descuidar el hecho de que están aquellos que esperan al acecho para atraparlos en sus dichos; tampoco deberían olvidar que en su práctica, sea exitosa o no, no están especialmente protegidos por la ley.5
Dos días antes de que el artículo “¿Por qué?” se publicara, Eddy le escribió a McLellan: “Espero que usted, como redactor en jefe, agregue su aprobación de mi declaración, que usted publicó, agregando que “[s]eguramente la Madre [Mary Baker Eddy] no puede ocuparse de todos estos asuntos. Nuestras publicaciones periódicas deben ser claras y firmes sobre estos temas, cada vez que sea necesario”.6
El Sentinel publicó “¿Por qué?” como editorial principal, seguido por el endoso de McLellan:
La recomendación de la Sra. Eddy de que hasta que el pensamiento del público conozca mejor la Ciencia Cristiana los Científicos Cristianos no deben aceptar tratar enfermedades infecciosas o contagiosas no implica ningún cuestionamiento respecto a la eficacia de Ciencia Cristiana en el tratamiento de tales casos.
Los intentos de pervertir sus palabras, interpretándolas como una admisión de que la Ciencia Cristiana es impotente en casos de enfermedades malignas, son refutados por los hechos, y no logran su propósito. La curación de casos de este tipo, diagnosticados y caracterizados por médicos y registrados por ministerios y funcionarios de la salud, prueba sin lugar a dudas que la Ciencia Cristiana es plenamente eficaz, y todo esfuerzo de refutar esta prueba debe fracasar rotundamente si los registros públicos son correctos y el diagnóstico médico tiene valor.
La recomendación de la Sra. Eddy es sabia y oportuna, y obedecerla es la mejor forma de servir a nuestra Causa y expresar nuestra gratitud por su cuidado amoroso, previsión y guía.
Cuando despertemos por completo a la necesidad de prevenir la enfermedad, en lugar de esperar su manifestación, veremos más claramente la sabiduría de su consejo, y que hemos sido guiados a una clara percepción de la impotencia de todo mal, ya sea que se esté manifestando actualmente o que se tema que se manifieste en el futuro.7
Mientras tanto, Farlow continuó respondiendo a los medios de prensa públicos. Declaró a la publicación Christian Advocate que “[los Científicos Cristianos] no desean insistir respecto a los derechos y privilegios que la época actual no les otorga. Golpean a la puerta de la opinión pública, pero no entran sin permiso”.8 Al Journal of Medicine and Science, le escribió:
[Mary Baker Eddy] no ha admitido que a sus seguidores les falte capacidad para sanar enfermedades contagiosas. Ella hizo esta concesión debido a los temores y aprensiones del público. Se piensa que es mejor esperar hasta que la eficacia de la Ciencia Cristiana en el tratamiento de tales enfermedades se comprenda mejor que forzar una práctica que por el momento el público no parece dispuesto a conceder.9
Más de un mes antes, Farlow le había dado la siguiente explicación a John E. Playter, de Minnesota:
Debe dejar en claro a los redactores (de su periódico) que los Científicos Cristianos no informan las enfermedades contagiosas ni ponen en cuarentena a los enfermos porque se les obliga a hacerlo, sino porque una cuarentena cuidadosa está en la base de la Ciencia Cristiana, y el cumplimiento de la ley está de acuerdo con las enseñanzas de la ciencia. La Sra. Eddy no da este consejo para indicar un cambio en la práctica de los Científicos Cristianos, sino para señalar su apoyo individual a la ley. Aun antes de que la Sra. Eddy considerara necesario hablar sobre este tema, había sido costumbre entre los Científicos Cristianos cumplir estrictamente con las leyes de cuarentena, aunque quizás algunos Científicos Cristianos negligentes, al igual que cualquier otra persona negligente, hayan omitido hacerlo…
La Sra. Eddy dio ese consejo no porque reconozca que es peligroso tratar enfermedades contagiosas, sino porque advirtió la controversia que el tema generaba en sus opositores y concluyó que era mejor poner la otra mejilla. Los Científicos Cristianos han probado que pueden sanar eficazmente enfermedades contagiosas.10
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- Archibald McLellan a Mary Baker Eddy, 5 de noviembre de 1902, 005aP1.04.016. McLellan había sido abogado.
- Alfred Farlow a William D. McCrackan, 13 de noviembre de 1902, Farlow Letterbooks, #271-272.
- McLellan a Eddy, 18 de noviembre de 1902, 005aP1.04.017.
- Farlow al “Editor of the News” [Redactor de las Noticias], 20 de noviembre de 1902, Farlow Letterbooks, #307.
- Mary Baker Eddy, “¿Por qué?”, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea (Boston: The Christian Science Board of Directors), 227.
- Mary Baker Eddy a McLellan, 25 de noviembre de 1902, L03041.
- McLellan, comentario editorial sobre el artículo “¿Por qué?”, Christian Science Sentinel, 27 de noviembre de 1902, 200.
- Alfred Farlow, Christian Advocate (Pennsylvania), 30 de diciembre de 1902.
- Alfred Farlow, Journal of Medicine and Science (Portland, Maine), 2 de enero de 1903.
- Farlow a John E. Playter, 20 de noviembre de 1902, Farlow Letterbooks, #314.